
Ilustración: Quentin Blake
Hace mucho, mucho tiempo, cayó en mis manos un cuento que me regaló mi padre. Su título era «El secuestro de la bibliotecaria» de Margaret Mahy, una historia muy divertida con una bibliotecaria pizpireta que es secuestrada por una banda de malhechores, a los que tendrá que curar del sarampión y reeducar, al tiempo que vive una apasionada historia de amor con el jefe de la banda. En aquella época, una pensaba más en la parte romántica del cuento que en la profesional, pero siempre guardé ese pequeño libro como un tesoro, sin saber porqué. Al releerlo con el paso de los años, me encantaron algunas descripciones profesionales que identifican con humor y cariño nuestro trabajo, un auténtico homenaje al cuerpo bibliotecario.